Sofía Jack, evanescente

Rocío de la Villa
Todo lo sólido se desvanece en el aire
Galería Fúcares

Publicado en El Cultural, el 16/09/2011

El trabajo de Sofía Jack (1969) siempre ha girado en torno a lo doméstico. En su cuarta individual en esta galería, con obra producida desde 2008, su interés por lo próximo se reviste con la textura y los colores de la melancolía. Una inflexión -¿inesperada?- en la trayectoria de una artista que, con un ritmo de producción pausado, va describiendo cambios en la sensibilidad artística que refleja nuestra época.

Desde su irrupción en los 90, cuando planteaba la relación entre ficción y realidad en escabrosas fotografías y maquetas, Jack despuntó luego entre los primeros que, con pequeños dibujos irónicos, desbarataban el implacable anonimato de la vida posmoderna, con lenguaje de cómic y lo que entonces se denominó “animación pobre”. En plena crisis, la artista confluye con quienes revisan la estética racionalista de la Modernidad, haciendo suyos los diseños domésticos que barrieron la estética pompier del Antiguo Régimen, mediante cálidas apropiaciones en carboncillo de fotografías de modernos dormitorios, escaleras y elementos decorativos en pareja, publicadas en revistas de arquitectura durante la primera mitad del siglo XX.

Y apunta a dos referentes: Theo van Doesburg, el visionario de la integración de la pintura (sólo color) en la arquitectura, que terminó rechazando la cuadrícula, en su defensa de un espacio doméstico dinámico y vivido, y que aquí protagoniza la escena de una discusión en un dibujo en gran formato. Y Albert Hickethier, que en 1940 creó un eficiente cubo como sistema de estandarización de los colores para su aplicación industrial, y que la artista utiliza para una animación audiovisual, serena y muy reflexiva. A través de la navegación interna por ese cubo, Jack contrasta la normatividad impuesta por la Modernidad con la experiencia emocional del sujeto, guiándonos desde el violeta, al granate y morado, por pasillos lúgubres de amarillo y verde -conductos de ansiedad- que desembocan en aquellos modernos dormitorios vacíos, hasta la caída evanescente de cucharillas y tacitas, la vajilla de uso diario.

Es su versión intimista de la certera metáfora de Marx sobre la Modernidad, “Todo lo sólido se desvanece en el aire” -como nos recuerda Abel H. Pozuelo en el texto de la exposición-, título del brillante ensayo de Marshall Berman y una imagen tan poderosa como para alumbrar la teoría completa del sociólogo Zygmunt Baumann sobre la modernidad líquida. En El Capital, Karl Marx proseguía: “…todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”.

Pero en conjunto, quizás lo más interesante de esta exposición sea la articulación entre dibujo y audiovisual hasta conformar una instalación completa. Una obra, por tanto, que muestra la madurez de la artista en su indagación permanente en trasvasar medios y géneros de expresión.